EL DIVINO ESTADO DE LA DESCOMPOSICIÓN

EL DIVINO ESTADO DE LA DESCOMPOSICIÓN

TIRANA

14,00 €
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Materia
Pop rock nacional
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A finales de 2015, sin anticipo ni marketing previo y con todo el “pescao” vendido en las listas de lo mejor del año, aparecía discretamente el esperado primer larga duración de la banda barcelonesa Tirana: “El divino estado de la descomposición”. El disco consolida el proyecto personal de Olivia Mateu, desarrollado al calor del prolífico colectivo Hi Jauh, y aparece dos años después de su primer EP, reafirmándolos como grupo de culto de la independencia más alternativa y underground.

“El divino estado de la descomposición” continúa con la receta de singular pop minimalista, confesional y oscuro que caracteriza al grupo, con la muerte como eje transversal de la temática, y la desnudez de la angustia existencial como constante en sus letras. Con un sonido más cuidado y la formación convertida en trío, el LP es grabado en la casa común del Poblenou y coeditado por Hi-Jauh USB?, Vanishing Point y Fikasound, recogiendo 12 emocionantes canciones inéditas, algunas de ellas rodadas en el directo y ya conocidas por sus fieles. Otras son rigurosamente nuevas. Como ocurriera con “Vas a Morir EP+Masculino/Femenino” (Hi Jau USB?, 2013), la edición en vinilo incluye también una pista oculta.

Alberto Rodríguez (Gúdar) queda definitivamente integrado en la formación a cargo de la batería y otros efectos, y Albert Espunya (Gúdar), por su parte, mantiene su protagonismo en los arreglos, guitarras, sintes, loops, samplers, las mezclas y la producción. Su papel es fundamental en el lento cocinado de las canciones de Olivia, concebidas desde la crudeza y la desnudez del piano, hasta recubrirlas de magia, riqueza y desasosiego sonoro. El trabajo del trío en el estudio de Hi Jauh se adivina muy experimental, retroalimentado y colectivo, y el conjunto resulta muy cercano a la propuesta instrumental de Gúdar, la banda hermana. Pero el disco es inequívoca concepción y obra de Olivia Mateu, quien compone los temas sobre una base melódica minimalista (excepto “El Delta del Euro“, que firma Albert), escribe las características letras demoledoras en primera persona, toca el piano y los teclados que son el eje compositivo, canta con voz naif y limpia todas las canciones y dirije la tarea constructiva en el estudio. Fiel al espíritu DIY, también es obra de Olivia el exquisito artwork, con una portada en blanco y negro impactante y un libreto ilustrado con aire de comic y fanzine. Las canciones se grabarían entre febrero y junio de 2015 en el local de Hi Jauh y en la producción jugaría un importante papel Albert, quien con el mimo de un maestro artesano de la autogestión sonora, conseguía un sonido cercano, brillante, épico y monumental. La masterización correría a cargo de Miguel Aguilar.

En lo musical el 12” resulta más rico en instrumentación, lleno de detalles, abriendo más espacios a las guitarras, las percusiones y los paisajes sonoros experimentales que caracterizan también la obra de Gúdar. Las letras vuelven a ocupar el espacio central, junto al piano, para inquirir sobre un futuro sombrío, sobre las propias debilidades traumáticas y la posibilidad terapéutica de un tiempo circular sin horizonte. Definitivamente, sobre la muerte, cuya sombra atraviesa todos los temas y por la que se cuelan mínimos destellos de vitalidad luminosa.

La cara A se abre con “Las estrellas“, una preciosa metáfora sobre la esperanza en clave sci-fi. Sobre una hipnótica variación de piano se evoca con nostalgia un tiempo de búsqueda de encuentros intergalácticos redentores con seres de otros mundos. Los teclados se intensifican y los sintes se agrietan ante la proximidad del contacto. Se suceden los guiños a los clásicos, los ovniófilos del grupo Rahma, las bicicletas de E.T., la nave nodriza y las notas comunicantes de la tercera fase… Hasta que el momento se diluye, el contacto se aleja, el piano se pierde y la posibilidad desaparece. “Territorio Español” dibuja el macabro mapa de una España psicopática y violenta con una angustiosa melodía recurrente y paranoide, a modo de tiovivo enloquecido. “Yo soy esa” es un autorretrato involuntario e indeseado. Musicalmente tiene estructura de vals y los teclados dibujan una melodía dulcísima enredada en flautas y guitarras saltarinas. Dulzura para reconocer el drama de la desesperanza y la derrota radical (“a la mierda nuestros sueños“) en medio de -comprar el pan- lo cotidiano. “Mejor persona” viene a ser una continuación temática de “Monstruo”: el reconocimiento de la propia toxicidad, la incapacidad de la transformación y el deseo de preservar al otro, por amor, del mal propio. Fantástica la irrupción inesperada del piano, de los ritmos y los sintes al modo de los Junco y Diamante más tecno.

“Peores momentos” es sin duda una de los cortes más sobresalientes y redondos del album. Un trallazo de afterpunk acelerado donde cobran protagonismo las guitarras enérgicas y la batería. Soberbio el primer minuto introductorio, con las guitarras delirantes y angustiosas sobre las secuencias fúnebres. Recuerda a la tensión sonora del “Unknown pleasures”, o a los paisajes opresivos de “This mortal coil”. Hasta que la canción estalla en puro noise pop acelerado. De nuevo el futuro. Una de las pocas ocasiones en que se impone la positividad, la voluntad de superación, el ánimo y la esperanza de cambio ante el porvenir. Pero para acabar de golpe, con la sola incertidumbre y después el silencio. De nuevo la muerte. “Avanzar“, que Olivia anticipó en acústico a la guitarra, es otra prueba de que el LP se interroga mas por el futuro incierto que por el lastre del pasado, mucho más presente en el disco anterior. Y eso que confiesa estar dirigida a un amigo y a la pérdida. El paso del tiempo construye nuestros caminos y “todo se andará”. La versión de estudio viene rematada con un crescendo coral e instrumental, como se suele decir, de proporciones épicas.

La cara B comienza con “Diagnóstico muerte“, el catafalco sonoro que corresponde a la ilustración de la portada. Un lánguido diálogo con la muerte de tú a tú para decirle “espera, prueba más tarde“. “El Delta del Euro” es la única composición de Albert Espunya para el disco, y quizás por ello la más instrumental, psicodélica, experimental, y emparentada con Gúdar. La sinfonía de alucinaciones sonoras construye paisajes y narraciones musicales de gran belleza. Es también la más política -la dedicatoria a Raúl Querido y su activista Calma en los Mercados no es gratuíta- porque la aniquilación es ahora colectiva y ocurre en la politeia a manos del nihilismo económico neoliberal. Muerte barata. Otra de las grandes canciones del disco es “Solsticios“, un tema que condensa lo mejor de Tirana y que gana en contundencia y molabilidad con la batería de Alberto, los coros de Albert, Ade y Javi y los arreglos de estudio hasta edificar un emocionante subidón. La letra gira en torno a la circularidad de los estados, al eterno ciclo euforia-depresión de una bipolaridad cósmica y recurrente que rije nuestras vidas. Pero también al ansia de otros mundos, otras galaxias, donde el tiempo y espacio sean menos crueles y condenatorios; más abiertos al sentido último, a la multidimensionalidad y más propios de un ser sintiente, como el océano de “Solaris“. A Olivia le apasiona la macrofísica. Otra vez los guiños a la sci-fi -Spock para ilustrarlo- y al comic están presentes. Y de pronto el fin. De nuevo.

“La verdad” es una balada de amor sobre la construcción imaginaria del otro, casi con la ternura infantil de un patio de colegio, sobre la que se superpone un mar de teclados cada vez más inquietante. La pista que da título al disco, “El divino estado de la descomposición”, fue la última en componerse y viene a ser también síntesis y conclusión del trabajo. El título procede de un fotomontaje del fanzine Amazing Monsters, especializado en terror truculento de serie B. En ella el protagonismo confesional e interpretativo de Olivia es total y, de resultas, la clarividencia de la heroica y trágica condición humana. “He intentado cambiar tantas veces por amor a los demás./ He intentado dejar tanto odio y quererme un poco más./He intentado ser otra persona diferente, parecida a tí y más buena, / pero no me reconozco.” La batalla perdida resulta ser la identidad. Y mantener el equilibrio en ese alambre podrido -pero nuestro- debe ser cosa de los dioses, sí, porque a veces sabe a la mismísima gloria.

Aún quedará como epílogo la pista oculta, “Isabel de Villena“, referencia directa a su colegio y a la infancia, dónde residen las claves del presente.

En definitiva un disco de pop minimalista y confesional no apto para oídos aprensivos o escapistas, pero imprescindible para quienes gustan de las emociones verdaderas y de la música que brota del desgarro esencial del alma humana.

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