Cual bofetada en la cara, hay grupos en los que, a primera escucha, la sutileza brilla por su ausencia. Porque si uno escucha de una manera superficial su música, probablemente va a relacionarla con el sonido de una estampida de rinocerontes en la sabana africana; desbocada, caótica, polvorienta, punzante y aplastante. Probablemente los valencianos Betunizer se conformen con esa apreciación, ya que está claro que no han venido a este mundo a hacerle la vida fácil a nadie, ni a mimar nuestras existencias, ni a embelesarnos con su delicadeza. Lo que quizá ni ellos mismos saben es que el mimo con el que cuidan cada detalle los convierte en joyeros disfrazados de barrendero. Difícil es encontrar baterías con un sentido del orden, del detalle y de la dinámica, a la vez que de la ferocidad y del estruendo, tan acusados como en el caso de Marcos (conocido por sus andares en Balano, Estrategia lo capto! o La Orquesta Del Caballo Ganador). O bajistas tan técnicamente implacables y con un recorrido tan largo sobre el mástil de su bajo como Pablo. O, por último, frontmans con la habilidad de Jose con su guitarra esquizoide, a la vez que con esa fuerza y visceralidad, esa finísima mala educación y esa palabra escupida con tanta mano izquierda.
Betunizer empiezan sus andadas, representando quizá toda una nueva generación de bandas, desde Joe K-Plan a Challenger o Margarita, amantes de desmontar y reconstruir el ruido antes de darle su particular discurso personal. En el caso de Betunizer, esta procedencia es simplemente un punto de partida, ya que su propuesta es mucho menos sesuda que gran parte de sus compañeros de quinta; en el fondo, Betunizer son mucho más faranduleros, informales, buscadores del alma de la música, del flow, del boogie, del duende, más allá de la complejidad como valor en sí mismo. De ahí su especial carisma y su buena estrella, que ya a estas alturas, y antes de tenir editada ninguna referencia discográfica, les ha llevado a patearse toda la península y parte de Europa en maratonianos giras por toda suerte de garitos, tugurios, antros y palacetes del underground más incógnito. No nos lo van a poner nunca fácil, pero los grandes descubrimientos nunca se encuentran fácilmente a la vuelta de la esquina. Y por eso te hacen vibrar el triple cuando das con ellos.
