Este libro es una novela de indios y vaqueros de las de toda la vida, de las que se compraban en el kiosko, cabían en el bolsillo y se devoraban un mediodía de verano bajo el sol ardiente de Almería. Y, siendo todo esto, es también un experimento literario y cultural. Es coger aquellas novelas del lejano oeste que, admitámoslo, han envejecido regular y darle la vuelta a la tortilla. Jugar con los clichés para recuperar todo lo gozoso de aquellas aventuras de folletín. Con ésta, la quinta novela del Proyecto Estefanía, se quiere volver a escribir alta literatura de kiosko. Eso y cabalgar hacia el sol poniente cuando termine la aventura.
La vida en Dessert Hole, como en cualquier otro lugar, se compone de pequeñas historias. Pequeñas narraciones como dientes podridos que en conjunto, los unos junto a los otros en unas encías enfermas, componen una boca sanguinolienta y putrefacta. Pequeñas llamas que crean una meganarración más grande aún a la que llamamos mundo, o llamamos historia, o llamamos incendio, o llamamos dios, pero que se parecen mucho más a la muerte.
65 páginas. 10,8 x 15,2 cm.