La historia de cómo una niña-rata y un niño-pollo acabaron metidos en un gran lío, sin comerlo ni beberlo. Bueno, un poco sí que metieron mano, porque resulta que ella ayudó a un ojo, uno muy grande, a salir de un apuro y, al final, una cosa llevó a la otra, y acabaron en una isla llena de criaturas mitológicas. Un disparate, en serio, pero tan divertido como volar en un grifo.