En 1882, con apenas dos años, Helen quedó ciega y sorda. Sus padres buscaron a alguien que les ayudara a educarla. Esa persona fue Anne Sullivan, una maestra que supo encontrar una forma de comunicarse con la niña a través del alfabeto manual. Esta obra rinde tributo a Helen Keller y Anne Sullivan, precursoras de la pedagogía moderna en el ámbito de la sordo-ceguera.