2020, el año de la pandemia, supuso un vuelco en la vida de muchísimas personas. Para mí, en cambio, ese vuelco tuvo lugar un año antes, en 2019. En ese año perdí a mi hermano y, -seguramente influida por su visión desesperanzada de la vida-, me obsesioné con el cambio climático. Tras un sentimiento inicial de absoluta impotencia derivado de la inutilidad de las pequeñas acciones individuales, descubrí, gracias a un podcast de Brian Eno, a Extinction Rebellion, movimiento social climático de desobediencia civil. Gradualmente fui comprendiendo la magnitud y transversalidad de este problema y su inherente relación con el sistema económico y productivo en el que vivimos y que consideramos inamovible.
Con estas ideas en mi cabeza 24/7 era difícil que en las nuevas canciones hablaran de otra cosa. Primero surgieron pequeñas reflexiones sobre la posteridad, como Nuestros restos o Una torre más y llamadas a comprender el fin (Abandona) y a abrazar la ecoansiedad (Miedo). Me sorprendí canturreando unos versos inspirados precisamente en Brian Eno y su visión del artista (El jardinero) o una melodía pop sobre economía en tono jocoso (La transacción). También se formalizaron relatos distópicos como Fiesta del colapso o su secuela instrumental El gran filtro, canciones dedicadas a quienes nos acompañan en este camino, como Se tambalea o Entonces, y a quienes perdimos durante el mismo, como Viaje psicodélico. Y para cerrar, Adaptación, una mirada hacia el pasado y hacia el futuro con incertidumbre pero cierta entereza. El álbum acabó tomando el nombre de El descenso, concepto que resume muy bien las ideas que lo atraviesan.
A pesar de su unidad temática, musicalmente sí que he querido plantear una variedad mayor. Partiendo del pop electrónico más habitual en mi música, pasamos por ritmos cercanos a la copla o el dub, y hasta asoma una línea de bajo inspirada en el grime. Nos encontramos una canción de ambient instrumental, otra de aire EBM o baladas prácticamente acústicas, con influencias muy difusas que van de Franco Battiato a Yves Tumor pasando por Laurie Anderson, Jenny Hval, Kelly Lee Owens o The Blue Nile.
Cada canción, en su particularidad, ofrece una visión diferente de un mismo tema, la encrucijada que es nuestro tiempo. Creo que si hay alguien a quien la pandemia no ha pillado por sorpresa es a quienes tenemos interiorizada la deriva que lleva el mundo. Tampoco creo que esperemos con ansia una vuelta a la normalidad. A todas estas personas, y a mi hermano, va dedicado este disco.