Con Juan Carlos Roldán hemos aprendido a disfrutar de los inconvenientes prodigiosos que la dispersión arrastra consigo. Ahora y llegados a este tercer álbum, el artista de Mérida ratifica y expande su deliberada apuesta por la disparidad (algo que a lo largo de su carrera se ha ido constatando como innegociable), a la vez de erigirse ya casi experto en forzar los límites de los géneros convencionales. Titulado Espero que dure, este nuevo trabajo musical supone otro apasionante desvío en la travesía de un universo, el suyo, que es tan laberíntico y cambiante como fabuloso.
Si algo define Espero que dure es la exposición sucesiva de confesiones íntimas, todas ellas con sugerentes episodios surrealistas, todas ellas hiladas por el arrullo de su grave y profunda voz, zigzagueando por entre la maraña. De hecho su lírica -harto alejada de la obviedad sentimental- desprende ternura, desenfado y hasta cierto sentimiento de desasosiego en el mejor sentido de la palabra. Todo, al tiempo de contrapesar el alambicado musical con sencillez morfosintáctica y literalidad estricta. Precisamente son estas últimas herramientas mediante las que, por un lado, Roldán consigue enfatizar determinados -digamos- haikus y tornarlos tarareables, cuasi publicitarios: Ejemplo de Cascanueces -Los atentados suicidas es un problema real/ la auto-corrección de texto es un problema real/ la vanidad de la izquierda es un problema real/ el crujir de mis zapatos es un problema real (
). Y al contrario: A costa de reducir y diseccionar el discurso hasta dar con la unidad atómica de significado, Roldán a su vez logra condensar toda intención semántica para una vez allí, desde el enunciado simple, desde el yo, dictar su visión sobre la realidad.
Conviene aclarar que el eclecticismo que domina el disco aparentemente -interludios que pueden recordar al rock fronterizo en El caos, reina o en Patio, bases rítmicas que alternan patrones tradicionales de percusión (Juan Carlos es la sección rítmica de Lorena Álvarez y su Banda Municipal)- es accidental, pueril, fruto de su condición de artista plástico a la vez de músico. Condición por la que no se plantea rectificar en función de si la canción provee satisfactoriamente en términos musicales estrictos, pues hay mucho más. Al contrario que la mayoría de compositores pop, para Roldán se trata de trazar, de doblar, de rasgar y manipular con tal de convertir la canción en IDEA, nunca al revés.