Los Lagos de Hinault, el proyecto de Carlos Ynduráin, sustituye a Matilde Tresca por Andrea Gasca, en este tercer disco tras Vidas ejemplares y Flores de Europa, construido a partir de cajas de ritmos y producido por Cristian Pallejà. Escenas de caza se compone de guitarras muy Aventuras de Kirlian (Aguas de Marte), bajos y melancolía bastante Family (De novios), alternados con números ligeramente más punkis (Vendo besos, Corcel colorado) y otros con arreglos propios de La Buena Vida (Lágrimas de San Lorenzo).
Esta última canción, en su repetición celosa de «Yo sé que este verano te vas a enamorar», es una de las cumbres del disco, marcado por cierto carácter «loser» («Todos los regalos que quiero comprarte son tan exclusivos (
) que voy a tener que pedirle dinero a mi madre», Aguas de marte) y el deseo sexual frustrado más «creepy» en sintonía con el recuerdo de la juventud perdida. Dice Clásicas de primavera: «Huele a vestidito y huele a trenzas, huele a limpio y a día de fiesta
/ Huele a Laura, huele a Teresa / No hay manera, no hay manera / el futuro ya no es lo que era / Porque ya no tengo quince años, y puede que ya nunca los tenga, disimulo, pero no cuela».
Sin embargo, también hay espacio para el sentido del humor y sus límites (Los límites) y para el delirante retrato social de una chica de Chamberí («Se te transparenta, y mucho, la clase social / Será por tu piel tan blanca. ¡Qué fatalidad!», en Chamberilera), dejando un disco que podrían disfrutar los miles de nuevos seguidores de los agridulces Rusos Blancos. Quizá podría habérseles pedido un paso más en su tercer álbum, pero la combinación de temas agitados y contemplativos y la repetición de mantras («cierta arrogancia» en La paradita) construyen un disco de 23 minutos de lo más dinámico.