Ha vuelto Tuya y eso es lo más importante, después de todas las vicisitudes y todas las tormentas. Con un nuevo disco bajo el brazo, Proxy (El Rayo Verde, 2023) y un libro que disecciona su historia musical, certero y lúcido, respetuoso pero sin paños calientes y filosófico en algunos puntos; un ejercicio de sinceridad que a cualquier redactor nos gustaría alcanzar en una entrevista bien conducida y que David T. Ginzo ha regalado a todos en las páginas de este proyecto acompañando a las letras de su nuevo trabajo sin falta de escarbar.
Musicalmente hablando, había muchas expectativas puestas después de A war is coming de 2017 y, qué duda cabe, muchas veces son estas el principal escollo para juzgar la vuelta de cualquier artista. Pero bastan los primeros singles para darse cuenta de que Tuya viene por la puerta grande, reconciliado con su apellido, con su proyecto ya en solitario como ocurriera con su primer EP Own de 2011 y con canciones que saben a nostalgia (muchas preparadas años atrás, cuando aún había un proyecto de banda que terminó explotando y afortunadamente ven la luz ahora) pero se cuelan con una garra y frescura que atrapan desde la primera escucha como ocurre con Coup in my eyes y Ball under the car, entradas a este nuevo disco.
Sigue la deliciosa línea de tela de araña la pegadiza Friendly fire y la marcial Mistify para confeccionar un disco bien equilibrado, donde ninguna canción suena a relleno y cada una aporta al oyente el toque justo para volar a la siguiente. Por destacar otro de sus cortes más notables, al final del disco llama la atención Shout, en esa sinuosa manera de conducirnos a través de su música primero y sus letras después hacia un espacio de baile con lugar para la reflexión en plena regresión.
Quien esto suscribe se encuentra más confortable en su nuevo LP que en su predecesor y aunque Tuya utilice la etiqueta de pop de forma inteligente para proclamar su orgullo por pertenecer a una cultura popular con Waterspot (2012) como máximo exponente, la carga de experimentación electrónica confiere a Proxy de una capacidad de crear una atmósfera propia de la que no se escapa nadie sin necesidad de estar ducho en el lenguaje musical ni en los entresijos con los que, a músicos de la talla de David, les gusta juguetear para dar rienda a su creatividad y seguramente cerrar viejas heridas, sí, pero sin dejar de sorprendernos a su audiencia.
Esos que prestamos oídos y corazón, a veces ejercemos de jurado salomónico y decidimos con nuestras escuchas y nuestro vil dinero qué es merecedor de atención y qué no. Si en alguno momento os hayáis en esa tesitura, escuchad su disco y pasaos por alguno de sus bolos pero, sobre todo, no dejéis de soñar, de caer y de levantaros; sed como Tuya, my friends.